︶︶︶ ☆ No había un motivo para estar allí. Ni una calle reconocible, ni un reloj que diera la hora, ni siquiera el murmullo de la vida cotidiana que suele rellenar los silencios incómodos, pero Verónica se limitó a encogerse de hombros, se había enterado de alguien nuevo, y quería explorar un poco el terreno, pues, si había aprendido algo, era que cuando el universo se ponía experimental, lo mejor era responder como si todo fuera normal, como si no doliera, como si fuese una broma privada que solo ella entendiera.
Y entonces la vio.
Una silueta en movimiento, una presencia que no era parte del vacío sino su contradicción. No caminaba como quien busca salida, sino como quien disfruta la intriga. Sawyer entrecerró los ojos y lo primero que pensó fue un curioso pero cauteloso: “genial, otra aparición más” Porque, siendo francos, ya había lidiado con rubias que resucitaban, relojes que caminaban y gente con nombres que sonaban a pólvora, lo único que faltaba en su bingo card era encontrarse con una muñeca humana salida de un mal viaje.
Pero había algo distinto.
La otra chica no tenía ese aire podrido de “víctima buscando auxilio” ni el gesto arrogante, no, su era más frío, más calculado, como si supiera que no necesitaba gritar para ser escuchada. La castaña alzó una ceja, casi como quien recibe a una invitada en su propio funeral, y respiró hondo antes de soltar una carcajada breve, seca, que rompió el silencio como una pedrada en un vidrio, no había motivo para reír genuinamente, pero la risa era su forma de marcar territorio.
— Así que tu eres la nueva. Bueno, bienvenida al show. Verónica, Verónica Sawyer.— Y extendió su mano como si frente a ella estuviese el mismísimo demonio, vestido de Cachemira, listo para llevarse su alma mortal antes de la clase de cálculo.
