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Ordenando algunas cosas de la escuela que estaban en una caja bajo la cama, encontré viejos álbumes de 2014 y 2018 de Miraculous. Sí, esa serie que actualmente la considero una cagada en todo su esplendor, pero que me gustaba cuando llegué a los diez años y un poco a los doce. El punto es que, al verlos, decidí darle una ojeadita para ver qué tal y me dio una pena ajena que no se imaginan. Los saqué de ahí y los dejé a mano, con el plan de «Cuando mamá y papá vuelvan a quemar basura, tiro esos álbumes». Ahora acabo de darme cuenta de que mis tíos hicieron fuego a la calle y me dije al instante: «¡Caray, mi oportunidad!»
Y los tiré al fuego.