Siempre quise ser escritora.

Pensé que nací para contar aventuras sobre hadas, brujas, duendes, guerreros, sirenas o piratas en sus travesías alrededor de mundos increíbles, mundos llenos de castillos embrujados, espadas mágicas y destinos inciertos. Sobre el mundo real y de aquello que puede ser, pero nunca me detuve a escribir y todas aquellas travesías empezaron a olvidarse.

Nunca he creído en ser una buena escritora aunque tengo muy presente la frase: "Un escritor no nace, se hace". Es verdad, todos tenemos algo que contar, todos somos escritores...es sólo que me he olvidado de la tinta que vive en mí.

Me definí por "El color de la tinta" ya que todos somos tinta, nosotros podemos escribir de ella cualquier vivencia y podemos crear colores únicos, construir sueños y hacer silencios teñidos de cálidas melodías.

Querido lector. Sígueme  a todos los mundos que puedo crear y da junto a mí cada paso hacia aventuras inolvidables. Estaré agradecida. 

Hago uso de las palabras del personaje Rogelio Terán, personaje de la novela Esfinge Maragata:
"Porque soy poeta, soy novelista: forjo criaturas y sentimientos, vidas y profesiones, creo almas, caminos, mares y tierras, mundos y cielos, astros y nubes. Bajo la exaltación de mi pluma surgen dóciles y palpitantes los seres y las cosas, lo pasado y lo por venir, lo perecedero y lo infinito; el bien, el mal, la gracia, el arte, la virtud, el dolor..."