¿De veras creían que iba a rendirme? Los que estuvieron apuntándome con el dedo, deberían saber que sigo siendo yo la que me pongo la pistola en las sien y la que decide si apretar o no el gatillo, que no hay más balas para mí que las que yo fabrico, y que no tengo más heridas que las que me hice por voluntad propia.