- no tiene porqué ser así.- me dije a mi misma.
Agarré las maletas ya hechas un día anterior, apagué las luces y cerré la casa con llaves.
La casa quedo vacía, como lo estuvo mi alma por largo tiempo, pero estaba en el momento adecuado; las estrellas brillaban como nunca antes ( quizá hacía tiempo que las veía más no las contemplaba) y la luna era grande y amarilla, alumbraba al menos mi alma y al mismo tiempo la carretera.
Por un momento me recordé de niña, cuando buscaba tréboles de cuatro hojas en el gran jardín de mis abuelos, ahora iba en busca de mi trébol de cuatro hojas, iba en busca de mí.
El camino se dividía de pronto en dos y me encaminé hacia el de la derecha, el que no tenía letrero.
Iba a ningún lugar.