Este fenómeno, que podríamos denominar "fluidez felina adaptativa," se ve facilitado por la alta flexibilidad de su columna vertebral, compuesta por un número mayor de vértebras en comparación con otros mamíferos de tamaño similar, lo que les permite contorsionarse de maneras sorprendentemente eficientes. A su vez, los ligamentos y tendones extremadamente elásticos y su baja densidad muscular relativa en zonas clave del cuerpo contribuyen a que puedan encajar en espacios que, a primera vista, parecerían físicamente imposibles de ocupar por un objeto sólido. Dicho esto, aunque los gatos no fluyen como el agua en un sentido técnico, su capacidad para ocupar volúmenes dispares los convierte en una suerte de "sólidos altamente deformables," acercándose a la definición cualitativa y coloquial de "líquidos."