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Hubo un tiempo en que la muchacha se lo había propuesto, y hoy iba a hacerlo. Dejaba una carta en el buzón junto a una preciosa rosa roja que representaba lo que venía a ser su país. Sonrió tranquilamente sabiendo que sabría quién se lo enviaba y tras un largo inspirar comenzó a caminar en dirección opuesta al sitio. Tenía miedo y sus manos temblaban, pero ya estaba hecho.
“Reino Unido, todo este tiempo que hemos intentado entablar conversación, todo este tiempo tratando de volver a conocernos y de que todo esté bien... Todo lo que he sentido contigo me ha hecho sentirme viva y especial, no sabes cuánto agradezco de todo corazón lo que has hecho por mí incluso cuando no lo sabías.
Eres un chico maravilloso y te mereces lo mejor, por eso no solo te deje esta carta y la rosa, supuestamente debería de llegarte una cesta con vino, aceite, jamón y algunas cosas típicas de mi tierra para que puedas soportar el dolor de la muerte de tu reina. Si necesitas cualquier cosa, ya sabes que dentro de lo que cabe yo puedo consolarte cuanto necesites...
Un beso”
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