Trenton se puso de pie y entró, pero eso fue lo más lejos que llegó.
—Estás enojada conmigo.
Le entrecerré los ojos.
—¿Por qué? —preguntó.
No le respondí.
—¿Es porque anoche me fui a casa con esa chica?
Todavía no respondí.
—No me la follé.
—¿Quieres una galleta? —le pregunté—. Porque ese es el premio que vale la pena.
—¿Cuál es tu problema? Me dijiste cinco veces en un día que somos amigos, y ahora estás celosa de una chica con la que coqueteé por dos segundos.
—¡No estoy celosa!
—Entonces, ¿qué te pasa?
—Como tu amiga, ¿no puedo estar preocupada por tu estado con las enfermedades de transmisión sexual?