Quizás no lo creas, pero ahora no pretendo nada.
Ya no creo en nuestra oportunidad porque sé que las cosas no van a cambiar. Honestamente te escribí con la urgencia de un moribundo al decir sus últimas palabras. Esté es otro adiós de tantos, un adiós con un nuevo sinsabor. Necesitaba decirte que no te olvido aunque lo esté intentando. Me enamoré irracionalmente de ti y quizás al hacerlo cometí una gran estupidez. O tal vez no, no lo sé, después de tenerte lejos pocas cosas tienen una respuesta clara.
Pero la única certeza es que no te he arrancado de mis pensamientos y me parece que no lo haré aunque le suplique a todos los dioses algún tipo de benevolencia.