La misma noche que la conocí sucedió algo increíble.
Serían sobre las 3:00 de la madrugada cuando una extraña sensación me despertó. Al abrir los ojos vi una luminosidad prístina inundando la habitación y una figura flotando encima de mi cama.
Reconocí su rostro ¡Era Diana!
¡No me lo podía creer! Era una imagen translúcida, entre tonos de verde y azul, casi vaporosa.
Pensé que estaba soñando, así que me froté los ojos y alcé una de mis manos para intentar tocarla, pero al hacerlo la imagen se desvaneció tan rápido como había aparecido.
En ese momento tuve la fuerte convicción de que algo mágico había comenzado y que volveríamos a vernos. Y así fue...
LA HIJA DEL BOSQUE