Sus ojos me miraban fijamente, y el arma en sus manos apuntaba directo a mi cabeza. Una lágrima se asomó y rodó por su mejilla. Sonreí.
-Hazlo-, le dije
-¿Qué te hace sonreír cuándo sabes que estás a punto de morir?-. Me preguntó. Sonreí más ampliamente.
-El saber que te estaré esperando del otro lado. Y que cuando llegues de nuevo a mí, serás de nuevo tú no quién eres ahora sino... tú. El que aguarda en lo más profundo de tu ser desde que lo sepultaste. Y al pensar en eso, simplemente no puedo estar triste-. Quitó el seguro. -El mundo te arruinó, pero a mí no. Así que el amor que te tengo está intacto-.
¡BAM!
No fue el disparo... fue su corazón.