La extinción de los dragones es un hecho sabido en todo el continente. Las imponentes bestias que una vez surcaban los cielos y dictaban el equilibrio del mundo han desaparecido casi por completo. Solo unos pocos quedan, resguardados en el castillo del rey de Drakhoran, junto a sus jinetes.

Algunos dicen que son prisioneros, retenidos contra su voluntad para impedir su libertad. Otros los consideran reliquias sagradas, guardianes de una era que se niega a morir. Lo cierto es que nadie sabe con certeza por qué el rey ha decidido mantenerlos bajo su protección, ni qué planes esconde tras las murallas de su inexpugnable fortaleza.

Lo que ninguno de los ciudadanos imagina es la sombra que se cierne sobre el reino.

Una guerra se acerca. Silenciosa, letal, oculta tras las nieblas del norte.

Un ejército de guivernos ha comenzado a movilizarse, dirigidos por un enemigo cuyas intenciones nadie ha logrado descifrar. El Consejo de Drakhoran teme que los dragones sean la última esperanza del reino, pero su merma hace dudar hasta a los más fieles defensores de la antigua orden.

En medio de la incertidumbre, una dragona escapa.

Nadie sabe cómo, nadie sabe por qué. Solo que su huida marca el inicio de algo que cambiará el destino del continente. Junto a ella, una niña de ojos grises que no pertenece a la corte ni a la nobleza, pero que, sin saberlo, lleva en sus manos el futuro del reino.

El destino de Drakhoran pende de un hilo. Y la guerra está a punto de comenzar.