Normal, deja de hablar sola y se pone a hablar con el caballo.
—No debí dejar al vampiro ahí, al menos pude haberlo quemado, espera, ¿Por qué estoy hablando conmigo misma? —acaricio la crin del caballo—. Mejor hablaré contigo, ¿Cómo te llamabas?, ¿Epona?, no, tú eras Artio, yo le hice un favor a esas personas, no soy como Camus, ¿Verdad?, yo no soy una egoísta, ¿Cierto?.
Fragmento del capítulo cuatro, de Ritter der Mondblume.