Las historias no se escriben con palabras, sino con pedazos del alma.

Hoy me miro al espejo y veo a esa chica que creía que los finales felices solo existían en los libros... hasta que empecé a escribirlos. La que se queda despierta hasta las 3 a.m. no por insomnio, sino porque los personajes no callan (y porque el café de la noche sabe a inspiración barata). La que colecciona frases robadas de conversaciones ajenas, miradas furtivas en el metro y corazones rotos que luego convierto en tramas.  

Porque escribir es:  
- Dejar que mis demonios bailen tango con mis ángeles en cada página.  
- Creer que un "¿y si...?" puede convertirse en 300 páginas de adicción.  
- Saber que el mejor personaje secundario siempre será mi gato/jarrón de plantas/adicción al chocolate.  

Si alguna vez has leído algo mío y te has quedado con esa sensación de "¿cómo es posible que alguien que escribe tan bonito sobre el amor tenga la ropa interior tirada por el suelo de su habitación?"... bienvenido al club. Aquí escribimos con el corazón, editamos con la cabeza, y publicamos con un nudo en la garganta.  

¿Listos para este viaje juntos? (Prometo finales que valgan la pena... y al menos un personaje que les hará decir "maldita autora, ¿por qué me haces esto?"). 
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