Si les confieso algo, no existe sabor más amargo que el que existe entre la gratitud y el duelo por la muerte de un fallecido.
          
          Parte de mi identidad está fijada a mi trabajo, que llevo desarrollando desde que tengo memoria.
          
          Tengo 21 años, de los cuales esos 21 me la he pasado esforzándome, trabajando y apoyando a mi mamá.
          
          Mi nana, en paz descanse, nos dejó un legado hermoso. Hace tres años que ella se fue, y... el festejo de hoy se siente amargo pero... hermoso al mismo tiempo.
          
          Es un legado que me perseguirá por siempre, y no puedo estar más agradecida.
          
          Gracias por 51 años de trabajo, nana... espero que, donde quiera que esté, esté observando cómo su legado perdurará, hoy y siempre...
          
          Porque tengo angelitos cuidándome desde el cielo.