───── / agarrar el libro con una mano antes de q apague las luces, viendo apenas lo que dice ahí pq lo único que le alumbra son las velas. carraspear y poner la mano q le estaba sangrando en el abdomen del cadáver. — sancti daemones quia nec patrem, genui nec filium tuum qui de purgatun, illum luciferum, mammonam patrem meum ut oro iesum ut sim tibi unigenitus servitus. / su garganta ardía ligeramente al decir tales palabras, podía fácilmente sentir una presencia aparte de la del muchacho de cabellos castaños, y no sabría decir si era la de la mujer que buscaban revivir o la del "señor" a la cual hacia el llamado. la mano en el abdomen del otro cuerpo comenzaba a dolerle, haciendo que goteara de nueva cuenta el líquido carmín. — domine mi, rogamus ut detis Aradia secundo casu. maledico ad padrem, filio et spiritui sancto, dum hanc ad vitam revocas! / notaba como el filo de una presunta navaja se asomaba en la oscuridad, hiriendo un poco más la mano de la fémina de hebras rubias, entreabrió sus labios como si fuera a decir algo, pero el escuchar una voz grave indicar que el trato "estaba hecho" le había arrebatado las palabras de la boca. el fuego de las velas se extinguió, y acompañado a eso, la luz de la habitación se encendió por sí sola. veía el abdomen del cuerpo recostado en la camilla, parpadeando ya que el mismo parecía estar ileso, aunque no podía decir lo mismo de su mano. — ... ¿aradia? / cerró el libro, examinando a la fémina recostada. sus orbes azules dieron a parar en la herida en su mano, admirando como goteaba un líquido negro. — ¡t–tráeme unas vendas, cearo! también algo de agua, parece que tengo que desinfectar esto...
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