Una noche en vela está compuesta de palabras. Sólo hay que saber verlas.
Palabras que flotan, se esparcen y cuentan. Cuentan muchas historias, y puede que, si escuchas, alguna que otra llegue a tus oídos, y entonces puedas ser una feliz víctima de su encantamiento, de su eterno hechizo encandilador.
Una cosa extraña, la palabra. Es nuestra arma más poderosa, y muy pocas personas la usan. Es nuestro tesoro más preciado, y nadie parece darse cuenta. Sólo aquellas personas que alguna vez lloramos la pérdida de algún personaje de nuestro libro favorito, aquellas que nos angustiamos porque un libro se acababa y había que decirles adiós a tanta gente con la que habíamos vivido aventuras, emociones, traiciones y amores diversos, aquellas que sabemos lo que ha sido escondernos con una linterna bajo las sabanas para leer furtivamente cuando éramos pequeños... Sólo aquellas personas sabemos lo que es el poder de las palabras.
Y entonces, cuando entremos a una librería en busca de una nueva aventura, descubriremos que no estamos solos, que hay más gente presa de esa magia que se lleva a cabo con tinta y papel. Habrá adultos, niños, abuelos, que habrán visto correr ríos de tinta que cambian al ritmo de cada redondeo de la misma.
La palabra es algo apasionante. Y aunque hay muchas maneras de transmitirla, el libro es mi método favorito.
Porque los libros dan un mensaje muy reconfortante a las personas que son como nosotros: "No estás solo."
Y porque nosotros recordamos ser inmunes a todo menos al poder de las palabras; sigamos pues con esta magia de la lengua, este arte milenario que ha dado cabida a cientos de generaciones.