Yo dormía, pero mi corazón velaba, y oí una voz.
Mi amado estaba en la puerta, y dijo: Amada mía, preciosa paloma mía, déjame entrar, mi cabeza está empapada de rocío, la humedad de la noche corre por mi pelo.
Ya me he quitado la ropa... ¿Cómo volver a vestirme?
Ya me e lavado los pies... ¿Cómo ensuciarlos de nuevo?
Mi amado pasó la mano por la abertura del serrón, se estremecieron mis entrañas se sintieron, me levanté y le abría mi amado, gotas de dolor recorrían por mis mano se deslizaba entre mis dedos y caían sobre el tapiz...
Le abrí a mi amado:
Pero ya no estaba allí, se había marchado... Y tras su voz se fue mi alma.
Lo busque... Y no lo hallé.
Lo llamé... Y no me respondió.