⇢ . . . . Llevo aquella taza blanca entre sus labios, manchando la un poco con aquel suave labial que poseía. Bebió lentamente el poco contenido de café amargo que le quedaba, soltó un suave suspiro de deleite ante su bebida ya terminada, le encantaba pasar por aquella linda y hogareña cafetería. A su gusto, preparaban el café de forma excelente.
Se tomó su tiempo en retirarse de aquel lugar, dejó la silla bien puesta en su lugar, colocó el dinero en la mesa tal cual se lo habían dicho cuando ingresó, salió y finalmente cerró la puerta detrás de si. Makima, el nombre de aquella encantadora y hermosa mujer, caminaba de forma segura y tranquila a medida que se alejaba más de la cafetería, cualquiera que la viera quedaría encantado con su presencia. Porque así es ella, Makima deleitaba con solo su presencia.
Como no es alguien olvidadiza, calculo más o menos la hora en la que podría estar la próxima persona en recibir una bienvenida. No es como si fuera la primera vez que lo hace, o al menos no de donde provenía. Seguía sin adaptarse del todo al sitio en el que se encontraba, y es que, ¿cómo alguien podía adaptarse si llevaba poco tiempo en un lugar? Es algo difícil la verdad.
No tardo mucho en llegar, apesar de "tomarse su tiempo" su caminar se había hecho un poco rápido, y con ello, fue inevitable que llegara un poco rápido. La joven de cabello rojo detuvo su andar justo delante de aquella persona, se mostró tranquila y educada, colocando sus manos detrás de su cuerpo. Mantuvo una distancia no tan cercana para evitar incomodarle.
─────Hey, bienvenido a este curioso lugar, mi nombre es Makima, es un gusto ─────extendió su mano a modo de saludo, no estaba del todo segura si el contrario le correspondía a su saludo. Por lo que, la aleja y en su lugar, le extendió una caja de donas─────, lamento si le incomode, pero me gustaría que aceptara este presente, opino que es por darle un pequeño regalo a los nuevos ─────sonrio, dejando aquel obsequio en sus manos.