El menor se acercó corriendo hasta los brazod de su padre, casi saltando sobre él, ya estaba sollozando desde el momento que entró por esa puerta, pero el estar contra el cálido pecho y clásico aroma paternal lo hizo soltar un lamento roto y agudo. Se sentía hecho mierda y culpable. —Tenías razón, mucha razón sobre Barton. Lo lamento, debí creerte.— Susurró como pudo, su garganta le dolía y apenas podía hablar sin que su voz terminara por sonar más que un balbuceo, pero debía disculparse con su padre, tenía que, pues toda ese remordimiento hacia sí mismo era por eso, porque él mismo se metió en el problema, por más que todos le advirtieron que no lo hiciera. Fue un juguete y ya. Fue todo lo que significó.