Me enamoré del fútbol por dos cosas, por la pasión que me transmitió mi padre y por la volea de Zidane. En el año 2002 Zinedine Zidane se convirtió en el único futbolista de la historia capaz de congelar el tiempo. No sabemos si se disfrazó de mago o de escritor, lo que sí sabemos es que aquella volea resultó ser un poema en movimiento donde la habilidad, la magia y la clase rimaban a la perfección. El Hampden Park de Glasgow, más que en un estadio, se convirtió en un museo que desde entonces alberga una de las obras más bellas de la historia del fútbol. Aquel gol fue el que me enseñó a soñar. Una simple volea supo abrir mi corazón para que desde entonces el fútbol anidase en él. Y sí, podríamos decir que Zinedine Zidane me regaló la que es mi única pasión Inquebrantable porque aquella simple volea fue la que me hizo amar el deporte más bonito del mundo.