QueridaSociedad

Quisiera esta tarde divina de Febrero
          	pasear por la orilla lejana del mar;
          	que la arena de oro, y las aguas verdes, 
          	y los cielos puros me vieran pasar.
          	
          	Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, 
          	como una romana, para concordar
          	con las grandes olas, y las rocas muertas 
          	y las anchas playas que ciñen el mar. 
          	
          	Con el paso lento, y los ojos fríos 
          	y la boca muda, dejarme llevar; 
          	ver cómo se rompen las olas azules 
          	contra los granitos y no parpadear; 
          	ver cómo las aves rapaces se comen 
          	los peces pequeños y no despertar; 
          	pensar que pudieran las frágiles barcas 
          	hundirse en las aguas y no suspirar; 
          	ver que se adelanta, la garganta al aire, 
          	el hombre más bello, no desear amar... 
          	
          	Perder la mirada, distraídamente, 
          	perderla y que nunca la vuelva a encontrar: 
          	y, figura erguida, entre cielo y playa, 
          	sentirme el olvido perenne del mar.

QueridaSociedad

Quisiera esta tarde divina de Febrero
          pasear por la orilla lejana del mar;
          que la arena de oro, y las aguas verdes, 
          y los cielos puros me vieran pasar.
          
          Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, 
          como una romana, para concordar
          con las grandes olas, y las rocas muertas 
          y las anchas playas que ciñen el mar. 
          
          Con el paso lento, y los ojos fríos 
          y la boca muda, dejarme llevar; 
          ver cómo se rompen las olas azules 
          contra los granitos y no parpadear; 
          ver cómo las aves rapaces se comen 
          los peces pequeños y no despertar; 
          pensar que pudieran las frágiles barcas 
          hundirse en las aguas y no suspirar; 
          ver que se adelanta, la garganta al aire, 
          el hombre más bello, no desear amar... 
          
          Perder la mirada, distraídamente, 
          perderla y que nunca la vuelva a encontrar: 
          y, figura erguida, entre cielo y playa, 
          sentirme el olvido perenne del mar.