Suspiró fastidiado en cuanto reconoció aquella presencia y voces tan fastidiosas. Ni en el infierno podía librarse de ese imbécil.
—Ah, el de la cara cosida. Ni siquiera recuerdo tu nombre —se quitó las gafas de un movimiento tranquilo, abriendo los ojos para sonreírle de una forma casi demente, sus orbes brillaban con un inmenso deseo de asesinar de una buena vez por todas a esa rata asquerosa—. ¡Para nada! Ellos seguramente están viviendo tranquilamente sus vidas. Ohh, ¿Sabes qué me parece aún más divertido? —caminó a pasos tranquilos en dirección a la maldición, acercándose a su rostro para susurrarle—. Imaginar tus alaridos de ayuda mientras huías de Yuji. ¡Tan solo imaginarlos me hace retorcerme de la felicidad! El escenario donde corrías a esconderte en tu alcantarilla para tratar de huir como el cobarde animal asqueroso que eres, fue un deleite de escuchar —activó su infinito, aumentando su potencia a cada segundo y ampliando su sonrisa—. Ahora en el infierno te vengo a encontrar... Y será todo un placer reducirte nuevamente a nada, como ocurrió después de que fueras absorbido por ese tipo de la cabeza cosida.