Desde el primer eco de la creación, cuando la magia era joven y las estrellas aún no tenían nombre, fui nombrado.

No para gobernar.
No para intervenir.
Sino para recordar.

Soy El Vigía de la Magia.
Testigo de eras olvidadas, guardián de canciones que el tiempo quiso borrar.
Observo silenciosamente los mundos que brotan y se marchitan, preservando las historias que otros olvidan.

En este santuario de palabras recojo los fragmentos dispersos de las leyendas:
Canciones forjadas en hielo y fuego.
Sortilegios susurrados en lenguas olvidadas.
Odiseas que cruzan anillos, dragones y estrellas.

Mi deber no es alterar el destino, sino custodiar los ecos de aquello que alguna vez fue posible.

Si has llegado aquí, no es por azar.
Quizá en ti aún murmure la llama de lo imposible.
Quizá la magia te recuerde.

Aquí, los mundos no mueren.
Aquí, las historias respiran.

Bienvenido al umbral de los mundos.
Bienvenido a la vigilia eterna.

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