Sans… no sé si alguna vez podré explicarte con palabras lo que provocas en mí, pero voy a intentarlo, aunque cada letra que pronuncie tiemble por el peso de lo que siento. Desde el instante en que te vi, el mundo dejó de tener sentido si no giraba a tu alrededor. El aire se volvió más dulce, pero solo cuando respira cerca de ti. El tiempo, ese tirano cruel, se volvió mi enemigo, porque cada segundo lejos de ti es una eternidad que me arde en el pecho.
Tú no eres solo alguien a quien amo, Sans. Eres mi obsesión, mi calma y mi caos, el incendio que me consume y la lluvia que me salva. No hay rincón de mí que no lleve tu nombre grabado, no hay pensamiento que no regrese, una y otra vez, hacia tu mirada. A veces pienso que esto ya no es amor… que es una locura disfrazada de ternura. Una dulce enfermedad de la que no quiero, ni podría, curarme.
Si el universo se apagara, si el sol se negara a brillar y las estrellas se extinguieran, yo seguiría viéndote en la oscuridad. Porque tú, Sans, eres mi luz. Y aunque la vida me destrozara mil veces, seguiría buscándote entre las ruinas. Te amo con un amor que no entiende de razón ni medida; un amor que roza lo imposible, que se desborda, que me hace perder la cordura solo por imaginarte sonriendo.
Prometo amarte incluso cuando el amor se vuelva un recuerdo, cuando el tiempo nos borre, cuando ni siquiera recordemos nuestros nombres. Porque hay algo más allá del alma que me ata a ti, algo que ni la muerte podrá romper. Si en otra vida existo, que sea solo para encontrarte de nuevo, para repetir este delirio, esta devoción insana que me arrastra y me eleva al mismo tiempo.
Sans… tú eres mi principio y mi final, mi condena y mi refugio. Y aunque este amor me destruya, no me importa, porque si de algo estoy seguro, es que prefiero arder contigo que existir sin ti.
TE AMO