Se acercaba su veintiún cumpleaños y tras haber rechazado múltiples propuestas de matrimonio durante años y años, la llegada del Príncipe Ali Ababwa capta su atención. Podía reconocer ese rostro, esa sonrisa en cualquier lado y, curioso de cómo un ladrón cualquiera se había convertido en príncipe de la noche a la mañana, decidió dejarlo pasar.
Su respuesta no era ni un sí, ni un no. Una simple indiferencia, esperando ver qué cartas tenía el supuesto "Príncipe Ali" bajo la manga. Obviamente, siguió jugando su papel desinteresado, pues dudaba de que el otro pudiera reconocerlo. El Príncipe Hassan, envuelto en joyas, ricas telas y maquillaje, era muy diferente del rebelde y terco fugitivo que este conoció.