Las cartas estaban tiradas y el placer estaba funcionando. Banalmente satisfactorio.
De repente una explosión, mi mundo se vino abajo y te sentaste a mi lado a ver cómo se caía.
Debí notarlo en ese momento.
Fue entonces cuando la brisa se abrió paso entre el Yin y el Yang, el frío de aquella mañana se imponía. Pero no importaba tus sofisticas promesas me envolvían.
Fui tan efímera en tu vida que no tuve tiempo de quedarme con una parte, yo si que lo di todo y todos lo saben.
No me importaba desdibujarme, con tal de darte color. Sin embargo, aprovechaste cada oportunidad de impactarme... de derribarme.
Y aunque sucumbí, casi sin poder respirar, apuntaste y disparaste.
Pese a que advertí todas las señales, me quedé.
Solo cerré los ojos y aún temblando, me lance al precipicio.
Recuerdo haber soltado su mano para tomar la tuya y no sentí miedo, no hasta el día que dijiste: disfruto lastimarte. Sin dudas lo disfrutabas, pero solo cuando el dolor no era el tuyo.
Miento si te digo que no me destrozaste, en menos de 2 meses nos reemplazaste.
¿Lo decías en serio cuando me lo dijiste primero?
Nunca fue mi intención terminar de este modo, solo quería que me dejaras entrar, que te dejes cuidar, que te permitas amar.
A pesar de las muchas razones por las que podría odiarte, elijo no hacerlo. No niego que lo intenté, pero sería traicionar el lugar que alguna vez fue mi refugio cuando afuera solo había tormenta.
Por eso, Bugaboo, no digas que sencillamente desistí. No te culpo, fue idea mía resistir.
Morí un poco, si.. pero algún día recontruiré la vida que te llevaste.