Eres un desgraciado, y te lo estoy diciendo de la manera más amable, amor mío. Me ves llegando medio atolondrado por el jet-lag, aunque me gusta pensar en que quien me tiene así eres tu y la bonita sortija dorada que tienes en el dedo, y me dices todas esas cosas… Por Dios, me vas a matar.
Bienvenido a los que van a ser los mejores días de tu vida, los siguientes por el resto de ella. Te amo demasiado y ya, no hables más, o te callare con un beso que media familia tuya se va a quedar en blanco y tiesos por habernos visto.