El mayor de los Baratheon se encontraba en el palco con vista a la playa, junto a las escaleras que llevaban a la arena, cómo siempre, antes de que cayera la tarde. Cuando esa bola de fuego pasó por su costa, se le desvió la vista, la observaba por primera vez y ya sabía quién era, se la habían descrito a la perfección: era una joven alta, de cabellos fuego y ojos azules, bonita por dónde la vieras.
Alzó ambas cejas al verla descubierta a metros de él y una pequeña sonrisa se armó en su cabeza, no muy lejos de ahí estaba la cantera donde el anciano trabaja con la ayuda de su aprendiz, un muchachito flacucho y rápido qué era capaz de llegar a hacer cualquier cosa por unas monedas. No fue difícil convencerlo de pasar corriendo cerca de la orilla y de llevarse los ropajes de la dama, haciendo el suficiente ruido como para que ella lo notase, mientras él se escondía tras el muro, esperando su momento de brillar