Hola, mi denuedo de vida. Espero que estés teniendo el más placido de los sueños y que al despertar lo primero que hagas es sentirte máxime dichosa. No he tenido la oportunidad de despedirme personalmente, y para cuando veas esto yo seguramente ya habré partido hacia Rumania. Me aflige no poder besarte una última vez, así como abrazarte, para al menos llevar conmigo el fresco recuerdo de tu tacto. Puedo asegurarte que será esta semana la más prolongada de toda mi existencia, y resulta amargo pensar que al fin tendré la oportunidad de presenciar un dragón pero no será a tu lado. Todo fue raudo e inesperado; sé que tu índole responsable te tiene ocupada para con los designios de las asignaturas, por ello no te conté antes que planeo investigar acerca de la comunicación verbal entre nosotros, los magos, y nuestros bienamados dragones. Pensé junto con Hagrid que podría este ser el inicio a un foráneo e singular descubrimiento, por ello me armé con la determinación suficiente para efectuarlo. En vista de mi inexperiencia con las criaturas no me puedo permitir localizarlos por mi cuenta. Iré al Santuario de Dragones, dónde seguramente Charlie Weasley podrá echarme una mano con todo lo que tengo en mente. Porque lo cierto es que la necesitaré. Pero sin alargarme más, quería solo agregar también que le dejé el especial encargo a Corner de entregarte mi jersey plomizo, aquel que tanto te gusta y más de una vez has intentado arrancar de las entrañas de mi baúl. Lo dejo en tus cuidadosas manos para que, además de portarme en tu corazón, puedas también tener un pedazo de mí. Será mi manera de poder hacerte sentir cálida aún estando lejos el uno del otro. Ahora sí, debo irme. Me espera un largo viaje, y no puedo esperar en volver a verte para compartir contigo cada una de las experiencias que esta oportunidad me otorgue. Te amo, Isabelle Black. Cuídate.