La peliblanca se acercó al contrario con pasos tranquilos, como quien regresa a un sitio familiar. Le sostuvo la mirada apenas un instante y le regaló una suave sonrisa. —Bienvenido, Jace. Tu ausencia se ha hecho notar por estos lares —continuó con una leve atisbo de ironía—. Si tornas a desaparecer, me veré en la obligación de atarte, aunque sea con seda, por decoro.