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Mattheo la miró por unos segundos, en silencio, como si estuviera repasando cada palabra que ella acababa de decir. No era común encontrar a alguien que hablara así... con calma, como si todo esto no fuera más que una conversación cotidiana. Le causaba curiosidad.
            
            — Vaya.—dijo finalmente, con una sonrisa leve, apenas torcida—. No te asusta ensuciarte las manos, no te tiemblan las palabras… y además lo dices como si fuera lo más normal del mundo.
            
            Le dio una última mirada, larga, sin disimular el interés. Luego se acercó con paso tranquilo, bajando el tono.
            
            — Está bien. Yo pongo el plan, tú pones la actitud. Solo asegúrate de no perderla cuando todo se ponga feo. Porque esto.—hizo un gesto vago con la mano, como si hablara de todo lo que los rodeaba— no es un juego. Es real, es sucio y a veces... irreversible.
            
            Se apartó un poco, metiendo las manos en los bolsillos, y soltó un leve suspiro que no parecía de cansancio, sino más bien de costumbre.
            
            — Pero si ya estás aquí, no vamos a quedarnos mirando. Tenemos nombres, rutas, gente que confía… y otros que nos deben demasiado. ¿Por cuál vamos primero?

Mattheo soltó una breve risa, baja y grave, mientras la observaba con descaro. Ella sabía exactamente lo que hacía, y eso no lo intimidaba en lo más mínimo. Al contrario, le divertía.
            
            — ¿Jugar? — repitió, acercándose apenas, con esa calma peligrosa que precede a una tormenta—. No soy de rechazar una buena partida... siempre y cuando entienda las reglas.
            
            Se detuvo un segundo, ladeando la cabeza con aire pensativo, como si analizara las intenciones escondidas detrás de cada gesto.
            
            — Pero no me preocupa aburrirme contigo.— añadió, con una media sonrisa que no llegaba del todo a los ojos—. Incómodo tampoco me suena tan mal. A veces la incomodidad pone a prueba a la gente... y a mí me gusta ver de qué están hechos los demás.
            
            La miró de arriba abajo con lentitud, sin disimular.
            
            — Mirá, no suelo compartir mis rutas, mis planes ni mis ideas con gente que apenas conozco... pero tengo la sensación de que tu ya entendiste bastante sin que yo dijera nada.
            
            Sus ojos brillaron con un dejo de picardía oscura.
            
            — ¿Qué deberíamos hacer ahora? —repitió, esta vez con una sonrisa apenas torcida—. Depende. ¿Querés que lo matemos, que lo arruinemos… o que le vendamos algo que lo destruya más lento?
            
            La mirada se le volvió más seria por un segundo.
            
            — Porque si me estás hablando en serio, Jade, vas a tener que ensuciarte las manos también.

Mattheo alzó una ceja, entre sorprendido y divertido. No estaba acostumbrado a que alguien lo leyera tan fácil… y mucho menos que compartiera sus mismos vicios.
            
            —¿Café y humo? —repitió, esbozando una sonrisa ladeada—. Bueno, eso sí que es una coincidencia. Yo tengo diecisiete, y el café es básicamente lo que me mantiene funcional... o cuerdo. No estoy seguro cuál de las dos.
            
            Hizo una pausa, llevándose los dedos al puente de la nariz con fingida exasperación, como si intentara procesar lo improbable de aquella conversación.
            
            — Y bebo mucho café, también fumo demasiado.—añadió, encogiéndose de hombros con naturalidad—. No es algo de lo que me enorgullezca, pero... ayuda con la ansiedad. Supongo que eso te parecerá más interesante que preocupante, ¿no?
            
            La miró de vuelta, fijamente, con una mezcla de sospecha y curiosidad.
            
            —Jade Smith...—repitió, probando el nombre en voz baja—. ¿Siempre eres así de directa con los desconocidos, o solo cuando quieres jugar?
            
            La sonrisa volvió, esta vez más cálida. No sabía si ella lo estaba desafiando o leyendo como un diario personal, pero por primera vez en mucho tiempo, no le molestaba en lo más mínimo.

ari, mi mamá se llama ari. ellos están bien, les mando saludos de tu parte si quieres.

estamos dentro de todo bien. alarie sigue siendo alarie. gracias por preguntar 

es bueno escuchar eso. emma es emma, ella esta completamente bien.

ENCIMA EL BOLUDO CONTESTA

con mí wacho no

me vuelvo loca

william, vos?

bien, vos?