A medida que Nina se acercaba a su rostro no hizo amago de alejarse pero tampoco de acercarse más a ella aunque una parte de él, una muy profunda pero fuerte le gritaba que lo hiciera, que se acercara, que la besara incluso. Claro que tales pensamientos sabía que se debían a la brujería que seguro que la propia Zenik estaba cosechando en su mente. Su aliento cálido incrustó como suaves olas bajo la luz cándida del sol en la puente de su nariz. Embargando sus sentidos con su perfume que se le antojaba dulce y vigoroso. La maldijo mentalmente puesto que no podía articular palabra alguna mientras estaba tan cerca de ella. Se sentía estúpido. Lo peor de todo eran ver sus largas y negras pestañas, escuchar cómo articulaba aquellas palabras tan suaves y con un deje de cariño en su tono. Empezaba a temer. Empezaba a conocer un miedo nuevo: el miedo de empezar a sentir algo por ella. ¿Debería de matarla antes de que eso pase? Se lo preguntaba una y otra vez más sin embargo, no era capaz de hacerlo. Solo reaccionó finalmente cuando sintió un dolor agudo en su brazo. Maldijo en voz alta mientras la fulminaba con la mirada. ¿Qué hubiera pasado si no le hubiera pegado? No lo sabía y temía saberlo.
ー¿Quieres que te mate, Zenik? ーespetóー. ¿Es eso, verdad?
Aún estaba cerca de ella. No podía separarse. Maldijo de nuevo una y otra vez, sobre todo a sus pies por no reaccionar.