no te he dado permiso para que husmees mi alma, curioso jardinero. /musitó, cercano a su rostro, y sus grandes pestañas dieron paso a que sus violáceos ojos estudiaran al hombre que tenía en frente. sin pensarlo demasiado llevó una mano a las mejillas impropias, sosteniéndolas para poder reparar en la sutileza del rosado en su tez. sonrió descarado, y arqueó una ceja. me gusta observar lo especial de quien tengo frente a mi, si eso me convierte en una pícara petunia que así sea. ¿mhm? tus manos, si bien parecen las de alguien que ha curtido la tierra, lucen suaves como las de alguien que solo puede lidiar con frágiles almas. así es como lo adiviné. déjame preguntarte... una vez plantas un alma ¿esta puede morir de nuevo?