—Tenía una pequeña sonrisa sobre su rostro, la cual crecía conforme escuchaba al contrario hablar; cuando era joven jamás creyó que en algún momento llegaría a estar en esa situación, con ninguna persona y mucho menos con Sirius Black. Estar con Sirius lucía como un sueño demasiado lejano, algo que jamás alcanzaría sin importar cuanto se estirase; hasta la fecha todavía le costaba asimilar que estaban juntos cada vez que despertaba a su lado, a veces creía que estaba soñando. Para alguien como Remus, la idea de estar en una relación feliz, de formar una familia, era algo casi imposible. Y, a pesar de todo, la vida seguía dando algunos giros, sorprendiéndolo cada vez y demostrándole que no, no era imposible. Era gracioso pensar que la mayoría de esos giros involucraban a Sirius. Asintió levemente cuando el contrario terminó de hablar—. Quiero casarme contigo, Sirius—pronunció finalmente, cumpliendo la petición del mayor sobre escucharlo decirlo—. Quiero casarme contigo, cuidarte por el resto de mis días y seguir teniendo una familia, contigo—soltó su mano del agarre del contrario e hizo una pequeña seña indicándole que lo esperara, para después moverse hasta poder abrir el cajón de uno de los varios muebles que les rodeaban; de dicho cajón tomó una pequeña caja de madera. Rápidamente regresó a su posición inicial junto a él va y le enseñó dicha cajita, abriéndola conforme hablaba una vez más—. ¿Quisieras ser mi esposo, Sirius?—sonaba tonto preguntarlo después de que el pelinegro había admitido que sí, quería serlo, pero si era honesto, quería usar el anillo. No estaba seguro de cuándo lo había adquirido, pero llevaba al menos unas semanas en el cajón, llenándose de polvo. Su idea de la propuesta perfecta era muy lejana a lo que estaba sucediendo en esos momentos, pero realmente no le importaba; lo único que quería era dar aquel tan grande paso con Sirius; le miró a los ojos una vez más mientras esperaba su respuesta, la sonrisa sin desvanecerse todavía—.