A veces me gusta imaginar todo lo que haría si pudiera, si me atreviera...

Estudiaría lo que me gusta sin temor a no tener trabajo en un futuro, después de todo soy yo quien se verá obligada a adaptarse a este mundo, debería poder hacer cualquier cosa para luego rendirme a las avariciosas garras de esta vida, de la demandante sociedad donde las matemáticas predominan, donde los egresados de humanidades están de más, donde parece que la inteligencia está sobrevalorada y mal definida.

Publicaría mis libros sin final; pondría una cafetería en Guanajuato y una editorial cerca de la casa de mis padres; me casaría por amor y no por las voces de mi cabeza; pensaría con el corazón y me olvidaría de aquellos que juran que éste es engañoso y poco confiable, de los fríos y secos; Pintaría el mundo con acuarelas; promocionaría las cámaras viejitas, las de rollo, donde las personas salían como de verdad son, sin filtros ni retoques, sin tiempo de parpadear por el flash, sin poder borrar.

Tomaría tés de todo tipo, pastelillos y palomitas, no hay muchas cosas mejores que la comida; Iría a la FIL toda la semana y a conciertos, obras de teatro; llegaría muy tarde a casa, diría siempre la verdad y valoraría cada silencio que se pasara por mi vida, cada pequeño vacío que se presentara.

Pero valoraría más la compañía, la de mis libros y personas amadas, la del arte y la música... dirán que tengo algo con la poesía y tal vez sea así, pero también valoraría mucho su presencia y la del ajedrez, enfrentamientos y discusiones, pero siempre con una ventana a la esperanza, a la ilusión.