.. ◡◡ ⠀⠀◜El sol descendía con lentitud sobre los campos de Ítaca, tiñendo el cielo con tonos de oro y fuego. Una brisa marina rozaba suavemente los olivos, y entre sus hojas susurraban los ecos del pasado. En el umbral del hogar tan largamente perdido, un hombre de mirada curtida por los años y la guerra descendía los escalones de piedra. Su andar, aunque marcado por las cicatrices del tiempo, era firme, como si cada paso se dirigiera hacia algo más sagrado que la victoria misma.
Odiseo alzó la mirada. Allí estaba Telémaco, más alto de lo que recordaba, con el porte de un joven que había crecido en ausencia de su padre, pero con la nobleza intacta. El viento jugaba con su cabello y sus ojos, tan parecidos a los de él, se clavaron en los suyos. Durante un instante, el héroe de Troya, el astuto de mil nombres, se detuvo. No como guerrero, ni como rey, sino como hombre. Como padre. Y entonces, con la voz que una vez arrulló tus sueños cuando eras apenas un infante en pañales, habló.
❛ Telémaco...❜ —susurró primero, como si temiera romper el momento. Luego avanzó unos pasos más, sus brazos temblando apenas, no por debilidad, sino por emoción contenida—. ❛ Hijo mío... ¡Cómo ha crecido el brote que dejé en esta tierra yerma! Los dioses han sido testigos de cada noche en la que soñé con este instante, cada batalla que sobreviví con tu nombre en los labios. Te busqué entre sombras, entre profecías, entre cantos de sirena y rugidos de monstruos. Y ahora... estás aquí. Perdona a este viejo errante que no supo regresar a tiempo. Que permitió que el tiempo se robara tu infancia. Pero si el destino me lo permite, quiero conocer al hombre en el que te has convertido. Y más aún, si me dejas, quiero que volvamos a ser padre e hijo. No como antes, sino como ahora, desde la verdad, desde el amor, desde lo vivido.❜ — Extendió los brazos, abiertos, firmes, cálidos, esperando que, Telémaco, tomara la decisión.— ❛ ¿Me permites abrazarte, hijo mío? ¿Me permites volver a casa? ❜