Oh, Dios mío, has de saber que en aquellos celajes mi corazón se funde, que tras las auroras el llanto se esconde y has de saber que el pavor se desvanece.
Sí, hay muchas cosas en esta vida que no he sabido comprender, como el porqué de tu partida. Sin embargo; has de escuchar mis plegarias esta tumultuosa madrugada.
En mi pecho guardo anhelos que sé que no son azares ni castigo. Sé con suma firmeza, que es el destino, aquél que has puesto en mi camino.
Dios mío, te lo suplico, con mucha codicia, acompáñame y no me dejes clandestino.