Thomas_Larssen

Cada vez que escribo una historia, siento que una parte de mí muere con ella. No es una frase bonita para adornar el drama; es la forma más honesta que tengo de describir lo que pasa dentro de mí. Por eso tardo tanto de capítulo en capítulo. No es falta de disciplina, ni de ideas. Es que cada página me arranca fragmentos de alma, y cuando construyo personajes rotos, lo único que hago es evidenciar lo roto que estoy yo.

Thomas_Larssen

Cada vez que escribo una historia, siento que una parte de mí muere con ella. No es una frase bonita para adornar el drama; es la forma más honesta que tengo de describir lo que pasa dentro de mí. Por eso tardo tanto de capítulo en capítulo. No es falta de disciplina, ni de ideas. Es que cada página me arranca fragmentos de alma, y cuando construyo personajes rotos, lo único que hago es evidenciar lo roto que estoy yo.

Thomas_Larssen

Amo a mis personajes, de verdad los amo, pero también me consumen. No soy una persona expresiva, ni alguien especialmente romántico en la vida real, y sin embargo los diseño intensos, emocionales, llenos de amor, dolor, ternura y caos. Y ahí empieza el conflicto conmigo mismo: me pregunto cómo soy capaz de escribirles abrazos que yo nunca he recibido, diálogos que jamás me han dicho, finales que no sé si algún día tendré. Duele crearlos, duele verlos existir en un mundo donde ellos sí pueden encontrar algo parecido a la felicidad, mientras yo me sigo ahogando detrás del teclado, sabiendo que, a través de ellos, estoy sanando partes de mí que ni siquiera sabía que estaban rotas o muertas.
          
          Cada corrección es una pequeña autopsia emocional. Cada edición es volver a abrir una herida que pensaba cerrada. Quizá llegue el día en que no me duela escribir, pero por ahora siento que me ahogo cada vez que edito y publico un capítulo. Lo hago igual, porque algo dentro de mí necesita que esa historia exista, aunque me cueste noches en vela y dolores que nadie ve. Espero, de verdad, que llegue el día en que no duela tanto. No sé cuándo será, pero me aferro a la idea de que algún día escribir no se sienta como desgarrarme por dentro.
          
          Muchos me preguntan por qué creo personajes tan rotos, por qué diseño conflictos tan pesados, personalidades tan heridas, procesos tan dolorosos. Por qué no escribir algo más “feliz”, más “ligero”, más “colorido”. Por qué siempre historias tristes, depresivas, llenas de traumas, para luego llevar a los personajes por un camino complicado, pero de alguna forma hermoso. Y la respuesta es sencilla, aunque no guste: ¿Cómo se supone que escriba un arcoíris si yo veo el mundo en escala de grises?

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No puedo plasmar algo que no siento. No puedo escribir un amor que nunca he experimentado de verdad. El amor... ¿Qué carajo es eso? Las veces que creí tocarlo con la punta de los dedos, fui el único que se entregó con locura. Para la otra persona, al final, solo fui un “está bien, puedo empezar de nuevo en otro lugar”. Y mientras ellos seguían con su vida, yo me quedaba recogiendo pedazos de la mía. De ahí salen mis personajes: de la versión de mí que se quedó recogiendo cristales, inventando historias para no cortarse más de lo necesario.
          
          Por eso mis protagonistas aman de forma intensa, casi irracional. Por eso se quiebran, se contradicen, se sabotean y luego vuelven a intentar levantarse. Porque son el reflejo de alguien que no sabe amar a medias, que no sabe entregarse con prudencia, que no sabe soltar sin dejar trozos de piel en el proceso. Son lo que fui, lo que soy y, en parte, lo que temo seguir siendo.
          
          A ustedes, lectores, y a mis amigos autores: sé que a veces mis historias pesan. Sé que no son fáciles de digerir, que no siempre son amables, que muchas veces duelen más de lo que consuelan. Pero también sé que algunos de ustedes se han visto reflejados en esos personajes que parecen hechos de ruinas y aún así siguen de pie. Si mis historias duelen, es porque nacen de un lugar que no conozco de otra forma que no sea a través del dolor. Y si en medio de ese caos encuentran una línea que les haga sentir menos solos, entonces algo de todo este desgarro valió la pena.

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Ahhh... no lo sé. Quizá el día que logre sanar un poco más, escriba un libro que me saque una sonrisa genuina mientras lo redacto, y no solo lágrimas que se mezclen con el teclado. Quizá un día pueda hablar del amor sin sentir que estoy escribiendo sobre un idioma que no sé pronunciar. Por ahora, solo sé hacer esto: construir personajes que sangran, que aman demasiado, que se rompen y aun así siguen caminando. Como su autor. Como yo. Y si siguen aquí, leyéndome, acompañando a esos personajes rotos... gracias por sostener un poco del peso que yo ya no puedo cargar solo.

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Costaron muchísimo estos capítulos; sentí que dejé un pedazo de mí en cada uno de ellos. “Destino compartido |Hailee Steinfeld & T/n|” nace de conflictos familiares que te hacen un nudo en la garganta y de algo que, personalmente, es de lo que más me cuesta escribir: el amor. Es una historia con dolor, amor y drama, y por eso me removió más de lo normal mientras la escribía.
          
          Para mis amigos autores y para quienes me leen desde otras historias: esta se siente distinta. Aquí me permití ir más hondo en las emociones, en los silencios, en las miradas y en esas heridas que uno no sabe bien cómo poner en palabras. No considero que estos capítulos sean “excelentes” porque los haya escrito yo, sino porque, a diferencia de otros proyectos, decidí salir de mi zona de confort y probar algo nuevo en cuanto a estructura, ritmo y profundidad emocional.
          
          Como ya saben, escribo de forma muy extensa. Cada capítulo va de las 5.000 a las 9.000 palabras. Una vez que empiezo, me cuesta mucho parar, y a veces siento que eso puede disgustarle a algunos lectores. Soy consciente de que mi forma de narrar es lenta, detallada y muy descriptiva; me gusta crear universos amplios y llenos de detalles para que el mundo se sienta vivo, para que los personajes respiren, piensen, duden y amen como si existieran fuera de la página.
          
          Aun así, quien desee leerla, adelante: están más que invitados. Solo les dejo esa “advertencia” sobre la extensión y la intensidad emocional. Si se animan a entrar a este universo, espero de corazón sus comentarios, opiniones y críticas constructivas. Para mis amigos autores, su mirada siempre me ayuda a crecer; para mis lectores, su sentir y sus palabras hacen que todo este esfuerzo valga la pena.

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Este será el comienzo del dolor y las grietas: 
          Hasta ahora hemos visto a T/n Estrada como un joven capaz de sostenerlo todo con calma: la presión del automovilismo, los focos de la fama y la exposición mediática. Su método, su humor, su templanza mental han sido su escudo. Pero cada escudo tiene grietas invisibles.
          
          El Capítulo 117 —“Un contrato que lo cambia todo” es la primera grieta grande. Aquí ya no hablamos de carreras ni de premios; hablamos de dignidad, de límites, de amor puesto como barricada. T/n entra en una sala donde las palabras pesan más que cualquier curva en Fuji, y decide convertirse en pared para que no aplasten a Sabrina. Lo hace sin heroísmos ni discursos épicos; lo hace desde el miedo y el amor. Y ese acto, tan humano como devastador, lo pondrá en un camino de desgaste mental que quizá no tenga retorno.
          
          En este capítulo van a leer a un T/n distinto: el que firma con la mano temblando, el que entiende que proteger también es perder, el que sacrifica su paz para que ella conserve la suya. Verán cómo su personalidad relajada, segura y templada empieza a deshilacharse bajo la presión de un contrato que parece oportunidad pero es jaula. Es el inicio del arco más doloroso de su historia: no un accidente en la pista, sino una autodestrucción lenta por amor.
          
          Los invito a leerlo con el corazón abierto. No esperen glamour ni grandes victorias; esperen humanidad. Prepárense para acompañar a T/n en la curva más difícil de su vida: aquella en la que uno descubre hasta dónde puede llegar el amor antes de romperse.

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A Star Is Born: la historia hasta ahora
          El peso de un pasado roto
          La historia comienza con un protagonista marcado desde el nacimiento: T/n Larssen De Angelis. Hijo de un padre brillante pero frío y de una madrastra que lo rechazó, su vida se definió por la ausencia de amor real. Creció en un hogar lleno de lujos, pero vacío de afecto. Desde niño aprendió que soñar era peligroso y que amar podía costarle la piel
          
           La música se convirtió en su primer refugio, y las palabras en su grito silenciado. Su infancia y juventud fueron un campo de batalla contra el abuso, el abandono y la traición. Todo ello moldeó a un hombre reservado, introspectivo, hipersensible, con cicatrices visibles e invisibles. Un sobreviviente emocional que aprendió a contenerse para no quebrarse
          
          El nacimiento del artista
          La música fue el canal que transformó su dolor en arte. Con su banda GHOST, y su alter ego solista RONIN, T/n encontró la manera de liberarse en el escenario. Detrás de la máscara de GHOST podía gritar lo que callaba, y como RONIN desnudaba su faceta más íntima, salvaje y vulnerable.
           El escenario se volvió altar, catarsis y hogar. Pero fuera de él, T/n seguía cargando con el peso del pasado, las pérdidas y una herida imborrable: la hija que nunca nació. Ese dolor lo acompañaba como un eco, recordándole que incluso en medio de la música, seguía habiendo un vacío imposible de llenar.              
          Part One: 01.

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El encuentro con Kylie Jenner
          Es en este punto donde aparece Kylie Jenner. No como la empresaria, la figura pública, sino como mujer. Ella no lo miró con ojos de fama ni como al líder de una banda; lo miró como hombre. Y en ese gesto, T/n encontró lo que jamás había tenido: alguien que no huía al ver sus ruinas, sino que se atrevía a caminar sobre ellas para ayudarlo a reconstruirse
          Kylie se convierte en su faro: la luz que lo guía cuando el mar oscuro de sus miedos amenaza con tragárselo. Es también su ancla: lo que le impide perderse en las profundidades del dolor. Con ella aprende que el amor no tiene que doler, que no es una condena ni una cárcel, sino un refugio que libera
          
          Las ocho citas, el pacto eterno
          Dentro de esta relación, surge el famoso pacto de las ocho citas. Un recorrido íntimo diseñado por T/n para mostrarle a Kylie todas sus facetas: la vulnerabilidad, la risa, el hogar, la herida, el vuelo, el abismo, el presente eterno y finalmente, el infinito. Ese número ocho simboliza lo eterno, el lazo irrompible entre ellos. Fue la manera de T/n de prometerle que, aunque la vida le hubiera arrancado tanto, con ella nunca volvería a huir.
          
          La transformación del amor
          El amor de Kylie no es simple compañía: es un proceso de sanación. Ella lo ve llorar, lo ve temblar, lo escucha hablar de sus miedos, de la niña que no nació, de la traición de su ex pareja que robó sus canciones… y se queda. Cada vez que él se rompe, Kylie lo toma de la mano y lo ayuda a recordar que no está solo.
           Gracias a ella, T/n descubre que incluso las almas más rotas merecen amar y ser amadas. Y que el amor verdadero no se mide en lo perfecto, sino en la valentía de quedarse cuando todo parece desmoronarse.                                                                  Part Two: 02.

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El mensaje de la historia
          A Star Is Born no es solo una historia de romance y música, es una confesión sobre la condición humana:
          Que las personas rotas también tienen derecho a enamorarse.
          
          Que incluso después del abuso, el abandono y la pérdida, el corazón puede volver a latir con fuerza.
          
          Que el amor, en su forma más pura, no encadena, sino que libera y reconstruye.
          
          Que Kylie representa ese faro y ancla que evita que T/n se hunda, pero también lo inspira a elevarse y a creer que merece ser amado.
          
          En última instancia, esta historia es un recordatorio de que sobrevivir también es poesía, y que amar después del dolor es el acto más valiente de todos.
          Part Three: 03.