— Oh, pobre narciso. Pero siempre tendrás a tu padre para hablar, salgamos a alguna parte, juntos. —dijo sonriendo levemente, ladeando de manera tierna su cabeza. La verdad era muy calmado y amigable; se parecía a Esculapio en aquel ámbito.— Y podemos ir a una tienda de espejos, a comer helado… Claro, si quieres.