La vida parece indolente, inmóvil, un espacio frío e inherte que, ni es vida ni es muerte; es suspensión en medio de un torrente ajeno e indiferente. La vida se parece a eso que pasa a un pimpollo seco, trillado antes de florecer, marchito al alba de su esplendor, injustamente despojado de lo que le fue dado para ser flor. Se parece a la inquietud más inmóvil: a la incertidumbre de quererte o no. La vida se parece al dolor. Al dolor cansino que va matando sin prisa o compasión. A la incoherencia más pura: la del odio en paga por el amor.