NO FUI A CASA ESTA NAVIDAD
Tarde o temprano, siempre llega un momento en el que mueren los abuelos, los perros envejecen mas, los niños dejan de ser niños, nos compramos cada vez regalos mas pequeños y feos y la navidad se convierte en sinónimo de compromiso familiar, y no de buena voluntad; a los ocho años esperabas ansioso las 12 para abrir los regalos; a los quince esperas febrilmente que termine la puta cena irte a fumar o irte con tu novia(o); a los veinte te esperan a ti inútilmente por que ya ni te apareces. A los treinta, estas otra vez decorando el árbol con tu hijita de ocho esperando (no) repetir la historia.
Un día, ocurre un fallo en el centro y rompes el circulo vicioso, y la navidad comienza a ser como cualquier otro día, otra fiesta mas para celebrar la ovación y el olvido.
Este año me ha tocado pasar noche buena con gente extraña, personas que te lo enseñan todo –sus grandezas, sus miserias– y que están dispuesta a compartir contigo su pasado, su comida, su amor.
Me he sentido muy bien este día, escuchando cosas bonitas y horribles de familias que por suerte no son la mía, pelando pollo a brasa en el lugar de trocear pavos san Fernando, y siendo beneficiario de ese animo festivo, dadivoso, abierto, que inunda los corazones de la gente de bien.
Una de las cosas que mas agradesco es de vivir fuera es no tener celebrar la navidad en la casa de mis padres. Amo mi familia me gusta estar con ellos haciendo otro tipo de cosas, menos señaladas. Pero ahora las navidades juntas me recuerdan demasiado todo lo que he perdido. Me hacen pensar en el desmembramiento y el abandono del hogar, el desgaste, la eroción de la felicidad ingenua, las navidades en casa de cualquera, sin embargo me hablan de todo lo que he ganado, y lo que volveré a perder..