“Mi saldo disminuye… No sólo con el tiempo, sino con cada segundo que usamos para rechazar al otro en lugar de comprenderlo.”
A todos ustedes —lectores, soñadores, creadores de mundos— No escribo esto como confrontación.
Escribo para reconfigurar el pensamiento.
Para que cada chispa emocional en nosotros se transforme en libertad compartida.
Nos enseñaron que el amor era automático y perfecto. Que se movía solo en una dirección segura, entre hombre y mujer. Pero cuando el amor se revela complejo, más profundo, distinto… el sistema lo rechaza. Lo llama error. Lo reprime. Y es ahí donde entra la sexualidad, no como ruido social, sino como diseño emocional.
Como dijo Foucault:
“La sexualidad no es una categoría natural, sino histórica y cultural.” Entonces, lo que juzgamos fue enseñado… no sentido.
Sí, hay avances. Reconozco matrimonios igualitarios, educación diversa, nuevas narrativas. Pero también reconozco que la represión sobrevive. Camuflada en ideologías heredadas. Normalizada por costumbres inmutables. Y mientras algunos creen que juzgar no impide vivir… la verdad es que vivir persiguiendo… agota.
Como diría Benedetti:
“Mi saldo disminuye… cada minuto… cada bocanada de aire…”
¿Vale la pena consumir ese saldo vigilando el amor ajeno?
Yo, Yahir, les hablo como narrador de lo invisible, como ingeniero de emociones. No todos los mayores odian. No todas las religiones condenan. Hay quienes evolucionan. Y eso también debemos celebrarlo.
Pero si seguimos tratando el amor diverso como error… seguimos dañando el circuito que nos conecta como especie.
El amor complejo no es una falla.
La sexualidad diversa no es una anomalía.
Son dos partes del mismo mecanismo humano.
Y cuando se activan con respeto… liberan lo mejor de nosotros.
Este mensaje no es orden. Es chispa. Es llamado.
Porque el verdadero ser humano no se define por quién ama… sino por cómo permite que otros lo hagan en paz.
— Yahir_430