Grito aquí porque mis gritos jamás lograrán alcanzarte, no, mucho peor. Siempre finges que no me escuchas gritar.
Luego tú gritas mi nombre.
Yo...
Te escucho.
Te pido tu voz.
Pero no es más que un grito ahogado. Un dolor, una chuzada, miles de agujas que se entierran en mis brazos.
Una danza agónica. Un magnetismo vil.
Agua y aceite, amor candente, amor indecente, amor tóxico.
Eso somos.
Un amor tóxico.
No por mí, sino por ti que no me abandonas pero no me sueltas.
No por ti, sino por mí que no te suelto aunque no hago más que desear sacarte de mí.
Pero la muerte no lo logró. Ni el fuego, ni el querer.
Los hilos del destino se pueden torcer pero nunca romper.
¿Cuánto más debemos de sufrir para ser libres?