Ellie irguió una ceja, curiosa ante la elección de descripción que Abby le había dado a su automóvil. La miró de reojo con una expresión claramente divertida—. ¿Sabes? A veces es mejor aceptar la cruel verdad —dijo, dándole un par de palmadas en el brazo mientras caminaban por el verde del campus.
El calor era abismal, hacia que sus prendas se pusieran más pegajosas de lo habitual y se unieran a su cuerpo. No había estudiante que, cuando saliera de las instalaciones, no tuviera el rostro incendiado del color de una manzana.
— ¿Por qué saliste con tu uniforme médico? ¿Querías presumirle a todos que estudias el cuerpo humano? —preguntó, arrugando su nariz y acomodando su cabello atrás de su oreja—. Ustedes los médicos tienen una manía incomprensible con alardear que son los imbéciles más inteligentes de aquí.