Fue en aquel momento que lo entendí; cuando sentí el puño de cupido estrellarse contra mi cara, haciéndola bailar como una gelatina, un dolor punzante se apoderó de mi quijada, seguido por un irritante cosquilleo que no pensaba desaparecer.
Volví a mirarla, pero...esta vez era diferente, su rostro se iba tiñendo con colores brillantes, opacando a todos los presentes en el estudio, se movía con gracia, daba la impresión de estar bailando con el viento, y su mirar, ¡Su dulce mirar!, esa mirada tan tierna y compasiva, la mirada de una virgen.
Pero lo que más me gustaba era su sonrisa, esa bella sonrisa que tenía su hogar entre dos pétalos de rosa, estimulando a su vez, a dos montañas de arena llenas de estrellas. Esa sonrisa inocente que disfrazaba sus viles intenciones. ¡Lo que daría por besarla! ¡Que no daría por besarla!
Fue en aquel momento que lo entendí; estaba enamorado de ella.
-Girasol.