⸩⸸⸨ / sin importar que estuviera siendo observado, acarició con lentitud su desnudo cuerpo, bajó las manos a través de su pecho, y luego un poco más abajo, a través de su marcado vientre. Él era consciente del atractivo que poseía y en aquel momento sabía lo afectado que se encontraba su hermano, escondido tras el vértice de una roca, tan sólo a unos metros de él. Sonrió, cínico y descendió unos centímetros, posando su palma abierta sobre su, de por sí, generosa masculinidad, más que despierta. Acarició suavemente y no pudo evitar que un gemido escapara por entre sus labios . De a poco, y con una lentitud apremiante, cerró su mano sobre su glande, el cual ya se encontraba hinchado y humedecido de sus propios fluídos. Jadeó ante la sensación de sus dedos helados y la sensibilidad de su carne. Movió poco a poco su mano hasta la base de su pene, su cabeza se fue hacia atrás sin preverlo y su brazo derecho se estiró buscando la estabilidad de la roca frente a él, mientras aumentaba el ritmo de sus caricias.
En aquella oscura cueva se podían oír sus gemidos retumbando en las paredes y el sonido de la fricción de la carne. A medida que aceleraba sus movimientos, sus caderas se unieron, en un vaivén que lo hizo querer más, pues mientras sintiera la presencia de su hermano ahí, nada bastaría. La necesidad casi primitiva de tomarlo y profanar su cuerpo eran mayores.
Abrió la boca y sus ojos se pusieron en blanco, mientras ejercía los últimos movimientos sobre su palpitante erección, jadeó, gimió y gritó a todo pulmón, en el momento en que su semilla llenaba su mano y parte del piso de la cueva.