Soy un farol que aún ilumina en la noche más oscura, aunque mi propia cera se derrita lentamente.
Sigo aquí, encendiendo sonrisas y abrazando a quienes se acercan, porque sé lo que es necesitar calor en medio del frío.
No espero nada; quizás ya no tengo espacio para más luz en mi interior.
Pero me reconforta dar lo que me queda, aunque mis manos tiemblen y mis pasos sean más lentos.
A veces siento que el peso de cada día me aplasta, pero todavía tengo algo que ofrecer, algo que compartir, incluso si mis propias raíces se están quedando sin tierra.
Si me buscas, estaré aquí, brindando palabras y risas sinceras, aunque tal vez esas risas sean el eco de un corazón que ya no espera ser llenado.
Soy esa persona que siempre estará ahí, con una sonrisa que parece eterna, aunque por dentro me esté apagando lentamente.
No lo digo, porque no quiero preocupar a nadie, pero a veces siento que cada risa que doy es un pedazo más de mí que se quiebra.
Me estoy desgastando, lo sé; algo dentro de mí está muriendo cada día, pero no puedo detenerme, no puedo permitirme rendirme.
Tal vez ya no espero nada, ni amor, ni esperanza, ni felicidad, pero eso no importa.
Sigo aquí, no por mí, sino por aquellos que necesitan un hombro, unas palabras o una risa sincera.
Aunque mi corazón ya no quiere sentir, aunque cada paso me cueste más, estoy dispuesta a dar lo que me queda, aunque eso signifique perderme en el camino.
No se preocupen por mí.
No lo vean.
Solo déjenme seguir alumbrando, incluso si mi luz es solo el reflejo de algo que ya no existe dentro de mí.
