Éiddery, mi bebé. Desde hace tiempo, tu forma de ser me ha dejado sin aliento. Aún recuerdo como si fuera ayer nuestro primer encuentro. Tu personalidad encantadora y serena despertó en mí un gran interés, y aunque antes no lo demostraba, me enamoré perdidamente de ti. Poco a poco, nuestro amor floreció; nadie me había hecho sentir tan bien. Nadie, vida, ha robado mi corazón como tú. ¿Te das cuenta de lo locamente enamorado que me siento cada vez que me miras?
Mi espléndido muñequito, estoy hipnotizado por tus ojos inocentes y tus dulces labios, mi mayor vicio. Te ruego que nunca me prives de su sabor. Este hombre te pertenece para siempre, si alguien te dice lo contrario, dile que no conoce el cariño que nos tenemos. Agradezco en demasía por dejarme sentirte en mis brazos, por tu calidez y tu aroma. No encuentro palabras para expresar toda mi adoración.
Te amo con un amor puro e incondicional, como nunca amé a nadie. Por mucho tiempo, quizás toda la vida, serás el chico que despertó mi sensibilidad, mi hilo rojo. He caído rendido a tu encanto. Espero que estas palabras expresen mi profundo enamoramiento. Te amo, te amo, te amo.
Feliz catorce de febrero, ángel.
