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jamás te pedí compasión:
pero el día que me rompí
en pedazos llegaste a mi
con los brazos abiertos y
susurros amables a endulzar
todo sin pedirme nada a
cambio, sin conocernos al
cien por ciento, simplemente
sonreiste mostrando esos
bonitos dientes que tienes,
tan puro queriendo darme
el mundo entero.
jamás te pedí que me dieras
amor: y de la nada
comenzaste a decirme cuánto
me amabas cada mañana, le
dabas un significado a las
nubes regalandome halagos,
me mirabas con los ojos
rebosantes de amor y algo tan
especial que no sé explicar,
como si quisieras quedarte en
ese momento y envolverlo
en una manta de cariño eterno.
yo no podía entenderlo.
¿por qué un chico tan bonito
como tú podría amarme?
siendo que soy –un poco–
torpe a la hora de elegir un
tacto amable.
jamás te pedí nada, nunca
te rogué por algo pero llegaste
así; desprevenido y
con el corazón listo para dejarlo
a mi cuidado mientras yo no
sabía ni que hacer conmigo mismo.
llegaste y le diste sentido a mis días,
y me daba miedo ese sentimiento
creciente en mi pecho y las ansias
de querer verte siempre.
me daba miedo perderme en tus
ojos y no querer volver a mi camino,
me daba miedo enamorarme de ti
y eso fue lo primero que hice.
jamás te pedí algo
y aun así me enseñaste
a amar, amarme y amarte
con cada parte de mi.
gracias, niño bonito
gracias por existir y
quedarte.